La venganza del monstruo de papel...  

Posted by: Judith Sepúlveda in ,

La semana que recién pasó tuve que tomar conciencia del desorden en que estaba todo en mis espacios. No sé si es una conducta femenina o masculina el manejarse en cierto desorden, pero mi escritorio consta –de izquierda a derecha- del subwoofer, la torre y la pantalla del ordenador, luego un parlante pequeño y la multifuncional, más adelante el teclado, y alrededor de todo esto, pilas de papeles, con ideas o cosas por hacer, dibujos, algunos CD’s (tengo la fea manía de colocar los de uso frecuente encima de la torre..), lápices, diccionario, cables USB, regla, revistas y un par de libros…. Y esto pasa en la misma forma en otros espacios… durante todo el año; así es que esta vez me hice a la idea, y empecé a clasificar el desorden, lo que sirve, lo que gusta, lo importante, y la basura; luego de un par de días pude dejarlo todo igual… (mismos papeles, libros, lápices, pero cajones más holgados…)
Parece la maldición del escritorio…

La reorganización ha sido todo un éxito, pues encontré cosas que ya daba por perdidas, como mis cretas y carboncillos… así que viéndolas tan limpias y sin uso, no pude resistirme a sentir las cretas deslizarse por mis dedos… y puse manos a la obra.
El jueves en la tarde me dispuse a trabajar en una modelo en que lo importante fuera el claroscuro de la piel, que ojalá resaltasen unos ojos con bastante brillo.

Estaba inmersa en el proceso, mientras escuchaba algo de música; de pronto llegó mi madre, -que venía a preguntarme si necesitaba algo, porque salía de casa- entonces yo sin mirarla le contesté que no, y recién entonces me di cuenta de que me había sacado unas fotos. (La verdad es que por el encuadre en que las hizo no me hacen mucha justicia… hum) pero tienen algo de valor sentimental...



Hacía bastante que no dibujaba con cretas, de hecho sólo hace poco que volví a dibujar; antiguamente había estudiado Ilustración Artística (una carrera extraña, creo..) terminé la carrera, y me dí cuenta de que ese era un título que no usaría jamás… así que un tanto decepcionada, el dibujo dejó de ser un placer para convertirse en una recriminación… pero el tiempo no pasa en vano, y en algún momento, comencé a entender que darle importancia a lo que los demás esperan de mí, es menos gratificante que ser fiel a lo que yo espero de mi persona. Entonces, poco a poco me fui acostumbrando aceptar como soy, una mujer particular –loca no, excéntrica @_@- y tuve que comprender que, si una nace distinta al rebaño, seguirlo es un contrasentido; y la felicidad –que para todos es un concepto diferente, no creo en los consensos para estas cuestiones, (y por ende no se puede adquirir por una receta específica para todos)- está, en parte, en aceptarse con todo lo que uno es.
Mientras buscaba pasar al papel el claroscuro que ya tenía en mente –si fuera tan sencillo llevarlo al papel..), y mientras cantaba –desafinado, claro- lo mejor de los Aerosmith, tenía algo más en mente; y es que entregarse a quiénes somos, y disfrutar de aquellas pequeñas cosas que nos fueron dadas como regalos –cosas que nos diferencian, nos hacen especiales a todos- trae como consecuencia, paz.
Y en tiempos de crisis, encontrar algo que nos llene –
que no sea una pila de ropa de nuestra tienda favorita, o cualquier tipo de compra-rompe-tarjetas…- es un acierto. ;)


Esta foto la saqué yo, como el paso intermedio a
encontrar a mi reciente Ámbar. (en la mano: un difumino)




Y aquí está ella, finalmente. Ámbar por los grandes ojos
(
izquierdos los dos, no le he atinado por esta vez…) de
un tono que yo encuentro parecido al ámbar.

Materiales: soporte de cartón piedra, cretas y carboncillos.

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